JESÚS ES TU ESPERANZA
Lo que más importa no es simplemente la esperanza que
tengamos, sino la persona en quien hayamos puesto nuestra confianza. Agustín
comentó: "Hay dos cosas que matan la esperanza: la desesperación y
la falsa esperanza".
Quizás tú has confiado en alguien que te ha dejado
desilusionado. Te das cuenta que la esperanza que tuviste fue una falsa
esperanza. El ser humano tiene una necesidad interior de confiar en algo o en
alguien, pero muchas veces las personas en quienes decide confiar resultan no
ser dignas de su confianza.
¿Habrá alguien digno de nuestra confianza? ¿Habrá alguien
que nos pueda dar una esperanza verdadera y no falsa? ¡Sí lo hay! Hoy veremos
en quién podemos tener confianza verdadera, para así encontrar la verdadera
esperanza.
Lectura: Juan 14:1-4
14:1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed
también en mí.
14:2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
14:3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
14:4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
14:2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
14:3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
14:4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
Jesús nos hace aquí un llamado: "No se
angustien". En una traducción más literal, leemos: "No se
turbe vuestro corazón". La imagen es del agua de una laguna, pura,
limpia, que al agitarse se llena con el lodo del cauce y se vuelve sucia y
turbia.
¿Te sientes así en esta mañana? ¿Sientes que tu corazón está
lleno de pensamientos agitados, ideas que corren locamente de un lado a otro
sin encontrar solución? Jesús te dice a ti, como les dijo a sus discípulos, "no
se turbe tu corazón". Los discípulos estaban angustiados porque no
entendían lo que le iba a suceder a Jesús.
Jesús también estaba angustiado; El mismo dice, según Juan
12:27: "Ahora todo mi ser está angustiado". Sin embargo,
a pesar de su propia angustia, Él se interesó por sus discípulos y buscó traer
tranquilidad a su corazón. En lugar de angustia, Jesús nos ofrece su paz.
La primera forma que lo hace es éste:
I. Jesús nos promete un hogar seguro
El hogar de nuestro Padre celestial es una mansión
inimaginablemente grande. Tiene muchas habitaciones, muchos lugares donde
vivir. Si Jesús iba a dejar a sus seguidores, era para preparar el camino para
que ellos llegaran a su morada celestial. Si Jesús nos ha dejado a nosotros, es
para prepararnos un lugar también.
Podemos vivir seguros si sabemos que tenemos una morada
segura. La paz viene al saber dónde está nuestra morada permanente. Por
supuesto, no vivimos allí ahora; pero nos da mucha tranquilidad saber a dónde
iremos a parar. Podemos vivir tranquilos ahora sabiendo que Jesús nos ha ido a
preparar un lugar.
Recuerdo escuchar un diálogo que ilustró este punto
perfectamente. Era una conversación entre un hombre y su planificador de
finanzas. El planificador le preguntaba: ¿Qué planes tiene para el futuro? El
hombre respondía: Bueno, después de trabajar algunos años más, pienso
jubilarme.
¿Y entonces? - preguntaba el planificador. Respondía el
hombre: Bueno, entonces me pondré a disfrutar de la vida. Pienso practicar el
golf, viajar y relajarme. ¿Y entonces? - volvió a preguntar el planificador. El
hombre se mostraba incómodo, y no sabía qué decir.
Hay muchas personas en este país que se están preparando
para la jubilación, aunque también hay muchos que no se han preparado. Es sabio
ahorrar para la jubilación, pero rara vez se preguntan qué vendrá después. La
jubilación durará, quizás, algunas décadas; lo que viene después durará toda la
eternidad.
Si conocemos a Jesús, ya sabemos lo que viene después: ¡la
vida para siempre con El! Esto es lo mejor - poder estar para siempre en la
presencia de Dios, disfrutando de El y alabándole. Esta es la promesa del cielo
- la presencia de Dios.
Hay un punto interesante aquí. Una encuesta demostró que el
78% de las personas en los Estados Unidos espera ir al cielo después de morir.
Sin embargo, la gran mayoría de estas personas jamás leen la Biblia, oran o
asisten a la iglesia. Viven para sí mismos, no para Dios.
Me pregunto: ¿para qué quisieran ir al cielo, si el cielo es
la morada de Dios? Si no les interesa conocer a Dios ahora, ¿por qué piensan
que algo va a cambiar cuando mueran? Jesús nos dice que El nos ha ido a
preparar un lugar. La pregunta es ésta: ¿nos estamos preparando nosotros para
ir al lugar que El nos está preparando?
No debemos de ignorar que las personas a quienes Jesús habla
y a quienes les hace estas preciosas promesas son sus discípulos. Estas
palabras no son para cualquiera. Son solamente para la persona que se ha
comprometido con Jesús y está caminando con El. Si estamos con Jesús, sin
embargo, podemos estar seguros de tener un hogar con el Señor.
Además de esto,
II. Jesús nos promete un futuro seguro
Algo muy interesante sucedió cuando estábamos realizando
nuestra serie de mensajes a través del libro de Apocalipsis. Varias personas me
comentaban que la lectura de Apocalipsis les ocasionaba temor.
Esta reacción es entendible. El libro registra muchos
eventos trágicos y horrendos. Sin embargo, Jesús nos da a entender aquí que el
futuro no tiene que ser alarmante para nosotros. Si somos sus discípulos y
estamos viviendo a la expectativa de su regreso, el fin del mundo será para
nosotros algo especial.
Nos lo dice el verso 3: "Si me voy y se lo
preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo
esté". El futuro puede ser alarmante para la persona que no conoce a
Jesús; para quien lo conoce, el futuro tendrá un fin seguro. Significará
nuestra reunión con nuestro Salvador.
Asistí recientemente a una fiesta de despedida para un
amigo. Se realizó en su iglesia, y los organizadores se esforzaron para que él
no se enterara de sus planes. Al llegar, todos nos estacionamos detrás del
edificio, y su esposa inventó un pretexto para traerlo al edificio, que estaba
en oscuridad.
El después nos contó que, al acercarse a la puerta, vio un
par de plumones en el piso, y se dio cuenta de que la puerta estaba abierta.
¡Oh, no! - pensó, ¡volvimos a dejar la puerta abierta, y alguien se metió a
robar! Pensando quizás encontrar a alguien adentro, abrió la puerta - y por un
momento, estaba seguro de que sí había personas adentro.
En ese momento, se prendieron las luces, y todos gritaron:
¡Sorpresa! Era palpable el cambio de expresión en su cara, al ver que las personas
que había dentro del edificio estaban allí para festejar, y no para robar.
Algo parecido nos sucede al considerar el futuro. El futuro,
y sobre todo el fin del mundo, puede ser un tema de gran inseguridad y temor
para nosotros. No sabemos qué esperar. Sin embargo, si conocemos a Jesús,
descubriremos que lo que quizás tememos se convertirá en una celebración,
porque Jesús volverá a llevarnos a estar con Él, a una fiesta eterna.
Jesús nos promete un futuro seguro, y podemos vivir ahora
con seguridad. ¿Cómo?
III. Jesús nos llama a confiar en El
El llamado está en el verso 1: "Confíen en
Dios, y confíen también en mí". Estas palabras, en realidad, reflejan
la gran exaltación de Jesús. Él es digno de la misma confianza que el Padre. Al
confiar en Él, encontramos nuestra esperanza.
Esta es la clave para la vida cristiana - confiar en Jesucristo.
De hecho, el verso que resume el mensaje de la Biblia - Juan 3:16 - lo
confirma. Díganlo conmigo: "Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna".
Cuando la Biblia nos llama a creer, está hablando de confiar
- de poner en Cristo toda nuestra confianza para la vida y la salvación. Es
depender de corazón en que El pagó con su muerte y resurrección la pena de
nuestro pecado, y confiar en que Él nos guiará en esta vida.
Algunos años atrás se presentó un reportaje acerca de unos
individuos que estaban aprendiendo a esquiar. Tal evento no sería digno de
reportarse, salvo que estas personas eran invidentes. ¿Cómo enseñar a un ciego
a esquiar? Hubo sólo una manera: al lado de las personas sin vista esquiaban
ayudantes que veían y les decían: ¡A la izquierda! ¡A la derecha!
Este cuadro representa perfectamente nuestra vida. Vamos
esquiando ciegos; si no tenemos a alguien que nos guíe, podremos chocar con un
árbol, con otro esquiador o simplemente caernos por la barranca. Nos hace falta
un guía - uno que ve, en realidad, cómo son las cosas - uno digno de nuestra
confianza, que nos puede dirigir por esta vida.
Jesús nos llama a confiar en Él. Sólo así podemos tener
seguridad acerca de nuestro destino eterno, seguridad para el futuro - y
seguridad para esta vida.
Ahora te pregunto: ¿Has venido a Jesús para entregarle tu
confianza? ¿Has venido para confesarle tu pecado y entregarte a Él? Asegúrate
de tener una fe viva y activa. La fe muerta se ilustra con el hombre que tiene
dolor de cabeza. Se acerca a la vitrina y saca las pastillas de analgésico. Lee
las instrucciones y declara: Creo que estas pastillas son eficaces. Son buenas.
Me pueden curar.
Sin embargo, ¡nunca abre la botella para tomarse las
pastillas! Amigo, no basta con saber lo que te he dicho acerca de Jesús. Tienes
que aceptarlo personalmente. Tienes que decirle que sí. Tienes que poner toda
tu confianza en El. Si lo haces, Él no te rechazará. Ven a El hoy.
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