Como cristianos
nacidos de nuevo somos llamados y mandados a ser la luz del mundo. “Vosotros
sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero
para que alumbre a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16). Debemos ser los
guardianes de la Palabra de Dios y reflejar su luz para que otros también
puedan verla y ser salvos.
Tenemos que
preguntarnos: ¿Cómo podemos esperar ser la luz del mundo si estamos pasando la
mayor parte del tiempo dando tumbos en la oscuridad? La respuesta es que
tenemos que leer la Escritura, la Luz que nos guiará. Debemos arrepentirnos de
nuestros pecados (la oscuridad) y pedirle a Dios que nos cambie para mostrarnos
su camino a través de su Palabra iluminadora. Una vez que lo hacemos podemos
ser moldeados cada día más y más a la imagen de Cristo, que es la luz del
mundo. “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”(Juan 8:12)
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